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Cromatocracia

Ajedsus Balcázar Padilla

Tras contemplar otro día gris, Diego deseó con todas sus ganas lograr apreciar los verdaderos colores de la realidad. Sus abuelos le explicaban que en el pasado las cosas eran distintas. Nacíamos con la capacidad de ver al mundo con sus diversos matices. No como ahora, con esa maldición monocromática. “La pandemia de acromatopsia empezó a finales de los años treinta, eso nos hizo ver en blanco y negro. Después, todos los bebés nacían con esa malformación en los ojos”, explicó don Gerardo a su nieto, añorando los viejos tiempos.

En la televisión, pasaban los anuncios del nuevo paquete de orgachip Babel, de la corporación Cromatech. Se trataba de un producto innovador que lograría otorgar una mejor visión de los colores del mundo. Un espectro cromático potenciado. A pesar del elevado precio de la prótesis cerebral y los pupilentes, existía una renta mensual para lograr perpetuar el servicio de cromato-optometría. Un artefacto al que solamente las clases altas de la sociedad podían acceder.     Después de que el joven Diego saliera de la preparatoria, se dirigió al departamento de su amigo alto y moreno, llamado Neto: un biohacker audaz. Su camarada montó su primer laboratorio comprando herramientas en los mercados negros en línea y gracias a algunos atracos a las bodegas de Intel, a las afueras de la ciudad. Esa tarde, Neto juntó a sus mejores aliados para planear un movimiento maestro: hurtar los tráilers de carga de Cromatech. Con sus ahorros, Diego pudo comprar una pistola de pulso electromag. Toño, su cuate gordo y con cabello punk, terminó de construir su primer autómata después de largas semanas: un androide alto al que llamó Grafiti. Lo hizo utilizando piezas defectuosas que la empresa Tesla tiraba en el basurero municipal. Neto ayudó a programar su sistema operativo con sofisticadas redes neuronales y una IA barata que descargó en un torrent clandestino. El muchacho intentó por mucho tiempo construir un orgachip parecido al creado por Cromatech, pero ningún prototipo fue eficiente. Al analizar la desigualdad, sabían que su atraco sería un acto de rebeldía para inspirar una futura revolución.

Estudiaron por largo tiempo las operaciones que hacía la empresa: sus horarios de entrada, salida de mercancía y rutas de distribución. Sus drones con forma de Quetzal volaban de aquí para allá, analizando la fábrica. Reunidos en su laboratorio, supieron que era momento de actuar.

A las afueras de Puebla de Zaragoza se alza el Complejo Industrial Cholula, sede de la corporación Cromatech. La construcción es una mole de acero que eclipsa a la mitad de la ciudad. Tan extensa como el Centro Histórico y más alta que la Torre Inxignia y NVBOLA juntas. Sus techos están invadidos de grandes antenas y los tráileres de suministros desfilan a todas horas. La manufactura en manos de robots agiliza la producción de los orgachips, los cuales son distribuidos a lo largo del país. La empresa también fabrica fuselaje de aeronaves comerciales y construye droides domésticos.

El tráiler automatizado CTH-23 salió a las veinte horas de las instalaciones de Cromatech. Su cargamento era dirigido hacia Guadalajara. A bordo de sus motocicletas, el grupo de amigos de Diego se dirigió a interceptar el camión. Toño activó los comandos y ordenó que Grafiti saltara a la cabina de mandos. El vehículo iba a gran velocidad esquivando a los autos que transitaban en la autopista México-Puebla. Grafiti quitó la carcasa de protección de la cabina y manipuló los circuitos internos, ingresó sus cables de transferencia, haciendo que el tráiler fuera disminuyendo de velocidad. Las alarmas se activaron en las instalaciones de Cromatech y cinco drones se dirigieron a toda velocidad al lugar del atraco. El camión se estacionó entre la vegetación y un par de droides salieron de la caja del remolque. Diego los recibió con potentes descargas electromagnéticas, desestabilizando sus sistemas al instante. “¡Tengan cuidado!”, exclamó Toño y disparó con su rifle al cielo. Dos drones fueron desplomados y los otros seguían atacando. Neto bajó rápidamente de la motocicleta y subió a la caja, hackeó la puerta de acceso y pudo obtener el cargamento de orgachips. Grafiti le cubría la espalda, hasta que una red de captura eléctrica cayó sobre él, atrapándolo. “!Ya tenemos todo, vámonos!”, dijo Diego al adherir las cajas magnéticas a su moto. “Pero tienen a Grafiti”, comentó Toño con desesperación. “Activa su autodestrucción, no hay tiempo para rescates”, ordenó Neto con crudeza. Toño aceptó malhumorado, activó el comando y el pobre Grafiti explotó junto al camión.  Se levantó una gran cortina de humo y el equipo aprovechó para escapar. 

«Esto es maravilloso”, dijo Diego tras recibir el implante Babel. Las descargas sinápticas activaron nuevas neuronas y los pupilentes ampliaron el campo de visión cromática de los ojos. “¡Las luces de neón! Maldita sea, de esto hablan los jodidos famosos”, comentó Toño fascinado. Neto admiró con felicidad a sus camaradas y prosiguió a colocarse el orgachip. Otorgó otro equipamiento a sus familiares y todos corrieron por las calles admirando el panorama multicolor que se presentaba ante ellos. 

Neto configuró la matriz informacional para que se eliminara la subscripción de pago de las funciones del aparato. A pesar de eso, su felicidad no duró demasiado. Los orgachips terminaron por bloquearse al tercer mes. Existía algo que las afectaba.

Diego recordó a las grandes antenas sobre el Complejo Industrial Cholula, supuso que ocasionaban algún desperfecto a distancia. Con esta teoría, Neto planeó su próxima operación: fabricar más drones para destruir su sistema de transmisión. Pronto todos volverían a ver colores.


Ajedsus Balcázar Padilla (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1993). Es un escritor chiapaneco de ciencia ficción, terror y fantasía. También poeta y compositor. Nació el 29 de Octubre de 1993 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas y vive actualmente en San Cristóbal de las Casas. Dirige la revista de literatura fantástica «El Axioma» y ha sido publicado en diversas plataformas digitales como Sexta Formula, Revista Ibídem, Página Salmón, Espejo Humeante, Teresa Magazine, Polisemia Revista, El Narratorio, Fanzine Letras Públicas, Revista Poetómanos, Cósmica Fanzine, Revista Duvalier, Revista Anapoyesis, Teoría Omicron, Revista Licor de Cuervo, Revista Letras y Demonios, Perro Negro de la Calle. Participa en Relatos Increíbles No.21, Revista Historias Pulp #5 y Revista Círculo de Lovecraft No.19. Forma parte de la antología “Solar Flare – OVNI” de Editorial Solaris (2020) de Uruguay, “Error-404: Vínculo no encontrado” de Editorial Libre e Independiente (2021), “Deathward» de Editorial Speedwagon Media (2021), “Aquelarre de Carne” y “Museo de Monstruosidades” de Editorial Cthulhu de Perú y “Flores que sólo se abren de noche” de Editorial La Tinta del Silencio (2021) de México. Su primer libro se titula “Mis tristes memorias eléctricas” (Casa Editorial Tuchtlán, 2021). Ha publicado su segundo libro de cuentos, llamado “Dimensiones extrañas”, disponible en Amazon y “Entre quimeras y supernovas” (Ediciones Arboreto, 2023). Es delegado de la Filial Amigos Internacionales del Colegio de Escritores y Poetas del Sureste (CEPSURE). Miembro del Gran Colisionador de Textos Especulativos de la Ciudad de México. Fue becario PECDA Chiapas 2022-2023.