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¿Recuerdan cuando Tlaxcala intentó “reconquistar” Puebla?

Rafael Alvazález

Nuevo Sol de Puebla. Local. Martes 16 de abril de 2061. 

Autoridades del penal de San Miguel de Puebla informaron esta mañana del fallecimiento de Armando Camaxtli Xicohténcatl Ruiz, mejor conocido como El Masiosare, alias popular que se granjearía tras liderar un intento fallido de independencia de Tlaxcala y anexión del Estado de Puebla por la fuerza en 2031. A exactamente tres décadas de los acontecimientos, Xicohténcatl Ruiz, de 63 años, falleció por causas naturales en la celda P-531 del CERESO de San Miguel de Puebla, donde cumplía cadena perpetua. Aunque hoy casi olvidado, opacado por la reintegración de Texas a la federación mexicana a cambio de la cesión de la península de Yucatán a la vecina unión americana, el frustrado golpe separatista del otrora estado más pequeño de México fue uno de los momentos más críticos para la soberanía nacional en toda su historia, al grado de que algunos pocos especialistas han llegado a comparar a Xicohténcatl Ruiz con Porfirio Díaz, Antonio López de Santa Anna e incluso la Malinche.

Resulta difícil recordar, especialmente a los tlaxcaltecas —quienes suelen fingir ignorancia o simplemente negarlo cuando son interrogados al respecto—, que el 1 de enero de 2031 el susodicho Masiosare, entonces gobernador del Estado de Tlaxcala, declaró, por supuesta unanimidad del congreso local, la separación de los Estados Unidos Mexicanos y la inmediata constitución de Tlaxcala como un país soberano. Además, se autoproclamó huey tlatoani, adoptando el modelo de república centralista y dividendo políticamente su territorio en cuatro altepeme o estados con los nombres de los antiguos señoríos tlaxcaltecas: Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztlán, más un “altépetl central”, la vieja capital de Tlaxcala (donde residiría el poder ejecutivo) entre otras acciones radicales, como el regreso al cómputo calendárico nahua, la emisión de una nueva divisa o el fomento del politeísmo, especialmente hacia los dioses prehispánicos. Durante el primer trimestre de aquel año la noticia, más que causar controversia y generar una respuesta del gobierno mexicano, causó un alud de escarnio en los medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales, acción que los mexicanos no tardarían en lamentar.

No fue sino hasta el 16 de abril de 2031 que la independencia de Tlaxcala cobró seriedad. Aquel ominoso día, al grito de “Tlaxcala sí existe, Puebla, ya no más”, Xicohténcatl Ruiz ordenó el primer ciberasedio de la historia contra una ciudad mexicana. La frase citada es la final de un discurso subido a Youtube por El Masiosare en la madrugada de ese mismo día, donde hablaba de la “necesidad histórica de reintegrar los territorios de la consentida Angelópolis a la soberanía tlaxcalteca, la cual fue fundada y ha sobrevivido por 500 años únicamente por el beneplácito de Tlaxcala” y agregaba que este sería “solo el primer paso en la expansión de nuestra república, lo cual no solo acabará con toda la burla y todas las disputas con Puebla, sino con la nación mexicana entera y aun nos posicionará como la nueva potencia en potencia de América”, ya que, agregaba, “Tlaxcala, providencialmente, ha encontrado el medio con el cual resurgirá de su letargo”. Estas últimas palabras llevaron a especular sobre dicho medio providencial y se postularon teorías de todo tipo: desde las que afirmaban que los tlaxcaltecas había encontrado minas de uranio, rodio o paladio en su territorio hasta otras más descabelladas que proclamaban que El Masiosare había hecho un pacto con los anunakis, los reptilianos o, peor aún, los estadounidenses. Mas la causa real del envalentonamiento tlaxcalteca nunca se esclareció.

En las primeras horas de aquel 16 de abril Tlaxcala activó un cerco de drones EMak-301, previa y furtivamente colocados en el perímetro de la capital poblana, que generaron alrededor de ésta un CEM-L (Campo Electromagnético Limitativo), el cual bloqueó todas las frecuencias de radio, televisión, telefonía, internet, bluethooth y hasta microondas. Se trataba del mismo recurso militar que apenas tres años antes China había esgrimido contra Taiwán. Al instante, la capital de Puebla quedó incomunicada del resto del país y del mundo, el sistema bancario no tardó en colapsar y comenzaron las revueltas y saqueos la tarde del mismo 16 de abril de 2031, aniversario del medio milenio de la fundación de la Ciudad de los Ángeles. 

Esta vez el gobierno mexicano no tardó en reaccionar, pues el eventual desplome del sistema financiero nacional ante el bloqueo de una de sus capitales estatales era evidente. Al día siguiente, la frontera de Tlaxcala amaneció bordeada por el ejército mexicano, que avanzó hacia el altépetl central ante las reiteradas negativas del gobierno de Xicohténcatl Ruiz de retirar el ciberasedio a Puebla. Así, la noche del 17 de abril tuvo lugar la llamada “Marcha de los macanazos”, ya que los soldados tlaxcaltecas además de armas de fuego portaban machetes con forma de macuahuitl o macana azteca —mejor dicho, tlaxcalteca—; incluso el propio Masiosare quitó la vida a un par de soldados con una de estas armas al resistirse a su arresto la tarde del 18 de abril de 2031. Aún más efímero que su existencia como nación independiente fue el intento de “reconquista” —y empleo las comillas porque su líder nunca usó esta palabra, sino la de “reintegración”— de Puebla tramado por Tlaxcala, pero sus consecuencias son palpables todavía hoy, aunque casi no se hable del tema por considerarlo tabú. A pesar de que investigaciones posteriores revelaron que el golpe separatista de Tlaxcala había sido orquestado por Xicohténcatl Ruiz y una pequeña secta leal a él, la entonces presidenta de México, Ameyalli Bauer, no dudó en tomar represalias contra todo la entidad tlaxcalteca, quitándole su autonomía y anexándola como un municipio más al Estado de Puebla, como permanece hasta la actualidad.

La muerte del caudillo separatista probablemente reavivará la discusión en torno a la permanencia de Tlaxcala bajo jurisdicción poblana, al menos dentro de cierto reducido grupo de valientes especialistas del medio, porque ¿Quién se atrevería a abogar por unos (dos veces ya) traidores? ¿Quién será el primero en denunciar las injusticias calladas al hermano pueblo de Tlaxcala, no sólo de hoy sino de los últimos cinco siglos y medio de “traición”, “malinchismo” o simple y llana “negación”? ¿Será acaso la misma Puebla? 

Libertad A. Guerrero

Rafael González Alva (Ciudad de México, 1993) cursa actualmente el Doctorado en la Letras en la UNAM, es Maestro en Letras Mexicanas y Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la misma institución, además de Licenciado en Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha trabajado en diversos proyectos relacionados con el diseño y la literatura, de entre los que destaca el grupo de investigación “Leliteane: Lengua, literatura y teatro en la Nueva España”, dedicado al rescate del patrimonio literario novohispano, al que pertenece desde 2019. Asimismo, se ha desempeñado como docente a nivel medio superior y superior en la Universidad Popular Autónoma de Veracruz y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado tanto artículos académicos como textos de creación literaria en revistas especializadas y culturales. En 2022 publicó el libro de cuentos «[Mal]viajes en el tiempo» (México, 2022).