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Saciedad semántica

Osvaldo A. Patiño

Por el amor de Dios ¿Cómo nos convertimos en estos seres tan horribles? Si Dios quiere, podremos salir adelante, regresar a lo que alguna vez fuimos. Bien decimos que Dios da y Dios quita. Es tiempo de vacas flacas, pero Dios provee, vendrán tiempos mejores. Claro, si Dios nos da licencia. No me toca criticar, sólo Dios juzga, pero todo está tan mal que no puedo callarme.

Con Dios como testigo me presento. Soy Ignacio Z. Palafox, el nuevo párroco del Antiguo Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, aquí en Cholula. Me gusta recordar ese nombre, lo siento parte de la historia. Hoy éste recinto es llamado Iglesia monumental de los Asociados de Yaveh. 

Dios da pan a quien no lo tiene y yo, como su vocero, brindo conocimiento a los más jóvenes. Tal vez no lo sepan pero ésta casa de Dios alguna vez perteneció a la Iglesia Católica, la empresa Faith Inc. la compró en la crisis religiosa a mediados del siglo XXI, hace más de cien años. Después de que el Vaticano aceptara su derrota en la Guerra Civil Religiosa, donde creyentes de ambas fes se enfrentaran para saber quién era la verdadera poseedora del control de la palabra de Dios. La familia de mi madre eligió el bando católico, pero ella siguió a mi padre; luchando a favor de los asociados. 

Los tiempos de Dios son perfectos. Mi familia siempre ha vivido en Puebla, eran fervientes creyentes de la Iglesia y yo no fui la excepción; la primera vez que vine a ésta Iglesia Monumental, presencie un milagro extraordinario.  Tenía once años, pude ver como un niño sin piernas pudo caminar; con unas simples palabras y rezos del párroco las piernas del infante empezaron a reconstruirse. Me impactó tanto que desde ese momento decidí ser párroco. No había otra opción.

Le  rogué a Dios y a mi padre para que me inscribiera en la escuela de Faith Inc., no tuve que insistir demasiado. Papá pagó sin problema la costosa inscripción a la escuela, pensaba que su riqueza era un regalo de Dios. Yo también creía que el Señor era la razón de nuestra bonanza económica, pero en mis años de estudio de teología me he dado cuenta que el dinero y Dios son cosas contrarias.

A los ojos de Dios todos somos iguales, se dice constantemente, pero la gente no lo cree. Gracias a la biblioteca de la escuela mi paso por ahí fue maravilloso. Aprendí los textos franciscanos, jesuitas e ideas más modernas como la Teología de la Liberación. Todo esto lo conocí por mi cuenta, la escuela sólo nos ofrecía conocimiento básico. Todos los días rezar y seguir reglas absurdas, todo en nombre de Dios. Usar un tipo de ropa, comer lo que ellos decían, dormir cuando me lo ordenaban, todo en nombre de Dios. Pero resistí porque quería aprender a hacer milagros. Años de estudio obedeciendo, sólo obedeciendo, todo en nombre de Dios. 

Las ideas tenían poca sustancia, sólo era Dios esto, Dios aquello, lo decían tanto que la palabra dejó de tener sentido. Quizá sea porque para ellos Dios no tiene sentido, pero para mí es más que una palabra.

Obtuve el favor de Dios y mis superiores por mi apego a las reglas. Me seleccionaron para el entrenamiento especial. Me llevaron a un recinto oculto, los primeros días las clases eran iguales que en la escuela normal. La primera diferencia fue que empezaron a enseñarme economía. Me dieron los precios de los milagros, cosa que me molestaba saber, no me gusta que los milagros se cobren. Se justificaron diciendo que la Iglesia necesita recursos para seguir haciendo el bien. Aún no sé cómo acepté, recuerdo pensar que cuando me dieran el secreto de los milagros huiría a los pueblos pobres para arreglar las cosas sin costo. Eso nunca pasó.

Dios me ayudó, después de pruebas de lealtad y lo que ellos llamaban honestidad, que ahora le llamaría lavado de cerebro, me dieron el secreto. Me enseñaron la “gracia divina”, un eufemismo que le dieron a su tecnología de restauración. Realmente son nanorobots que tomaban los elementos del aire para reconstruir piel, huesos, sangre y hasta neuronas. Al terminar su trabajo se conectan a una gran matriz, dónde todos los “curados” por la gracia son manipulados. Las ondas cerebrales los conectan como uno solo, los convierten en esclavos de la Faith Inc. Los robots son expulsados por la sotana del padre en turno, es lo único que hace el supuesto representante de Dios, mejor dicho: de la empresa. Todo el proceso de reconstrucción se hace vía remota, en algo que hace siglos llamaban “internet” y que hoy sólo tienen acceso las empresas más poderosas.

Fue una gran ofensa para Dios. Conocer la realidad de los falsos milagros me hizo arder la sangre, gracias a Dios me contuve. Quería vomitar, gritar, llorar, pero pude controlarme. Con una agilidad mental sorprendente hice todo un plan; los exhibiría en el momento ideal. Ha llegado la hora, voy a ser entronizado y divulgaré toda esta mentira (no queda claro cuál es el momento ideal: una misa u otro evento específico quizás).

El que no habla Dios no lo oye y yo gritaré. Éste será mi acto de justicia ante todos los que murieron en la guerra civil religiosa. No dejaré que una empresa sea la dueña de nuestras esperanzas. Les brindaré a todos la palabra de Dios, que en su más grande amor nos ha dado la libertad. La libertad que estos demonios utilizaron para engañar a los creyentes. Vendrán tiempos mejores… Si Dios quiere.

Osvaldo A. Patiño. Escritor originario de Ciudad de México. Tiene formación en historia, lingüística y creación literaria. Cuenta con un libro de cuentos publicado por Dark & Glow Press llamado Anacronía Lunar. Ganador del Premio de Cuento del Festival Semillas 2022.